Pablo Merlo, especialista en biología marina, cuenta el detrás de escena de las expediciones científicas en las frías aguas del mar santacruceño. Sorteando el frío y las condiciones climáticas, Merlo, junto a otros investigadores de CONICET y la fundación Por El Mar, se sumergen en busca del conocimiento científico, con el objetivo de hacerlo visible, y que promueva la conservación.
Además de los cinco integrantes científicos que participaron de la última expedición realizada en el Parque Interjurisdiccional Isla Pingüino (Puerto Deseado, Santa Cruz), el frío cuenta como un participante más, de las campañas en las heladas aguas del mar santacruceño.
El áspero clima de la zona -especialmente en esta época del año- juega un rol condicionante en las expediciones científicas, más aún a la hora de sumergirse en el agua. De hecho, el último viaje que realizó el equipo, estaba planeado para que se hiciera algunas semanas antes, pero ante los malos pronósticos climáticos, debieron postergarlo.
“Teníamos hasta el pasaje comprado y debimos suspender”, cuenta Pablo Javier Merlo, uno de los investigadores que ha participado de las últimas dos expediciones en el Parque Interjurisdiccional. “Venían semanas de tormenta y viento y directamente iba a ser imposible meterse al agua. Así que tuvimos que reacomodar las fechas de la campaña por la cuestión climática. Sucede que, a diferencia de otros lugares donde las condiciones son más favorables, en este tipo de expediciones hay que ser cuidadoso y no es posible tirarse en cualquier momento u hora del día, ni cualquier día”
Pero incluso el clima adecuado, no les asegura contar con las mejores condiciones para trabajar sumergidos: “La visibilidad bajo el agua es una variable cambiante y difícil de predecir, más allá del clima. En las dos expediciones de Puerto Deseado tuvimos dos condiciones contrastantes: una con muy buena visibilidad, de varios metros y, en la siguiente, no se veía nada. Tenías un buzo a un metro y no lo veías hasta que aparecía la luz del flash, cuando sacaba una foto; después, desaparecía la figura por completo. Se trata de una de las variables sobre la que menos control tenemos a la hora de estar a campo”.
Buzos al agua – Natalia Aga Milovic y Manuel Novillo – Foto de Martina Llambi
Anémonas de mar en el fondo marino de Santa Cruz – foto de Cristian Lagger
Merlo, es biólogo marino perteneciente al Centro Nacional Patagónico (CENPAT), y miembro de Proyecto Arrecife, su área de estudio son los condrictios, un grupo de peces que incluye a los tiburones. Son animales marinos cartilaginosos, lo que significa que su esqueleto está hecho principalmente de cartílago en lugar de hueso.
Fue invitado por la Fundación Por El Mar a sumarse a este equipo de conservación que viene trabajando en Santa Cruz, buscando acceder a más y mejor material de estudio científico. “Sumando nuevos eslabones a su materia de estudio, que son los bosques de macroalgas, la gente de PEM me convocó a participar de las expediciones”.
“En una de las campañas pudimos registrar tiburones: cada nueva especie que se suma aporta significado para la conservación de estas regiones”, explica Merlo. “Me parecen muy positivas este tipo de iniciativas donde se van generando grupos interdisciplinarios, de mucha gente que trabaja en cosas distintas, pero apuntando hacia un mismo fin”. La voluntad de conservar y proteger estos valiosos ecosistemas marinos, es la motivación que lleva a los científicos a bucear en las heladas aguas australes, hasta en pleno junio.
Es esta época del año, cuenta Pablo, “es necesario tener ciertas consideraciones especiales que comienzan con la preparación en la casa: hay que salir con varios bolsos que son solamente de lo que hace falta para bucear. Luego está también la logística particular para ir a campo, donde nos preparamos todos juntos, poniéndonos el traje a la mañana, para salir ya cambiados y no pasar frío. La temperatura es un tema que te va condicionando, y que requiere de mucha preparación”.
Carolina Pantano – Natalia Aga – Foto de Martina Llambi
Ese compañerismo de los preparativos de la inmersión, existe también a la hora de distenderse, después de cada jornada: “Estamos arriba del bote desde la mañana hasta la tarde trabajando, pasando frío y hambre; realmente se viven momentos muy cansadores cuando estás en el agua. Así que, para mí, los espacios de dispersión son parte del programa de la campaña y muy necesarios. Son los que al día siguiente te levantan y dan fuerzas para que repitas lo mismo, y así toda una semana, diez días o lo que te toca estar en la campaña”.
Cristian Lagger (Director científico de PEM) fue quien lideró esta expedición y, además de Merlo, participaron la bióloga Carolina Pantano y la bióloga marina Natalia Aga Milovic (también de PEM) y el buzo científico Manuel Novillo, becario postdoctoral del CONICET y la UNC. Al respecto de la conformación del grupo, Pablo opinó: “En la actualidad -y no sólo en este equipo de trabajo- la generalidad son las campañas mixtas, cuando antes eran exclusivamente para varones. Eso ha cambiado y es algo positivo”.
Merlo se mostró optimista a propósito de los Convenios recientemente firmados entre la provincia de Santa Cruz, la Administración de Parques Nacionales y ONG locales. En su opinión: “A mí, como científico, me toca aportar desde mi lugar, tratando de generar información y conocimiento de la zona. Creo que cada sector, con el poder y el alcance que tenga, debe fomentar y meterse en asuntos de conservación”.
Buscando potenciar el conocimiento científico, el relevamiento de datos duros es uno de los objetivos de la expedición, como así también popularizar la ciencia. “La gente patagónica tiene estos ecosistemas en el patio de su casa, y está bueno poder brindarle lo que nosotros llegamos a conocer. La difusión es una pata muy necesaria porque, si no, estás generando conocimiento que después nadie conoce. Es importante incentivar a la sociedad a que empuje para la conservación de estás áreas”.
Lucía Fernández Hadid
Foto de portada: Cristian Lagger